"Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor." Mateo 9:36
Una de las actitudes de Jesucristo que todo creyente debe imitar, es la compasión.
Jesús percibía por sus sentidos la necesidad del prójimo y accionaba o se movía para, con determinación, proveer la solución satisfactoria de la necesidad del prójimo.
La agenda personal de Jesús queda a un lado cuando de prestar ayuda, sanar, perdonar, enseñar y liberar a las personas se trata. Jesús aun en los momentos mas dolorosos de su vida, como la pérdida de su primo Juan y de su amigo Lázaro; no esperaba que sintieran compasión por él, sino que sin poner excusas, se ceñía para cumplir con el propósito de servir a su pueblo.
Cuando algo o alguien nos conmueve el corazón, por su situación difícil; pero no hacemos nada para beneficiar o solucionar, o alentar, solo estaríamos sintiendo lástima por la gente. La compasión hace que te tengas que moverte hacia prestar un servicio gratuito a alguien que se encuentra en aprietos naturales o espirituales.
La compasión de Jesús iba más allá de una simple ayuda con grandes resultados, sino que era capaz de lavar los pies a aquellos en cuyo corazón guardaban traicionarlo. Jesús aun conociendo el corazón de la gente, procuraba sanarles y perdonaba sus pecados.
La compasión se activa por el Amor que sientes por Dios, por el amor que sientes por ti mismo y por ese amor que se vacía en la gente. No podemos decir que amamos a Dios con todo nuestro ser si somos indiferentes con las personas que nos rodean, si actuamos con egoísmo, si represamos las bendiciones de Dios para nuestro exclusivo uso o bienestar.
Tan solo un rostro angustiado, es motivo de compasión para aquellos, en cuyo corazón Jesús se ha hospedado.