He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Apocalipsis 3:20
Como creación de Dios que somos,
debemos saber que la biblia dice: “Vivo yo, dice el Señor, que
ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua
confesará a Dios. Romanos 14:11/ Isaías 45:23
Dos veces consecutivas leemos la
palabra “toda”. Con el respeto de los que no creen en la palabra
de Dios, déjeme decirles algo: esa palabra se cumple.
Ahora, ¿en qué momento se cumple?. Le respondo: en el mismo momento que usted
oye la voz de Jesús y le abre la puerta de su vida.
El problema es la postergación de ese oír y apertura de
puertas. Jesús llama a su creación, porque tanto ama a los seres humanos, que
no los olvida a pesar de sus defectos y pecados, los cuales aborrece. Dice Job
33:29-30 “He aquí, Dios hace todo esto a menudo con los
hombres, para rescatar su
alma de la fosa, para que sea iluminado con la luz de la vida.” Y Job 33:14 dice: “Ciertamente Dios habla una vez, y otra vez, pero nadie se da cuenta de ello.”
La gente cierra su oído al evangelio, es decir a la palabra de Dios, (aunque
hay mucho hijo de Dios que calla, y olvida que esa gente es su mies y es su
pueblo) y no puede ser así. Una cosa es que usted le moleste o le fastidie la
forma religiosa con la que algunos hermanos le invitan y le platican la palabra
de Dios, y otra que a usted le moleste y aburra la palabra de Dios. Amigo usted
fue creado por Dios, y Dios, su creador, le dejo un manual de instrucciones y
principios que debe seguir para que pueda funcionar conforme al propósito y
diseño que Dios creó. Dios depositó en
usted talentos y dones, que ya le habrá hecho saber, entonces ¿por qué se
empeña en hacer cosas que sabe usted no son las que le hacen vivir útil y
productivo, próspero y bendecido?. Si Dios le dio a usted el poder, la fuerza y
sabiduría, para hacer las riquezas ¿por qué se empeña en sacarle mal provecho a
ello y de paso dice que lo que ha logrado (que es poco comparado con lo que
Dios quiere para usted) lo ha hecho con sus
fuerzas?
¿De qué sirve la rebeldía contra Dios, si en cualquier momento sus
rodillas se doblarán y su boca se abrirá para confesar el nombre de Dios? ¿Para
qué, entonces, rechazar y postergar la compañía de Dios, si sabe usted que él
anhela, no lo bueno, sino lo mejor para usted? Si puede andar en bendición
desde este momento ¿por qué postergar su decisión de asociarse al mejor líder de
todos los tiempos, dueño del oro y de la plata, autor del amor y quien es, en sabiduría
y misericordia, infinito, y para el cual
nada es imposible, si cree usted en El?
Reconozco que como seres
humanos tendemos a irnos siempre por la puerta ancha. Evitamos la angosta en
todo momento. Nos encantan los atajos, las cosas rápidas. Evitamos los procesos
y nos perdemos la oportunidad de madurar nuestro carácter, y preferimos brindar
con la impaciencia, la desesperación y el afán mientras crecemos física y
espiritualmente contaminados por el ego, la angustia ó la desesperanza. Muchos
logros han sido fruto de trampas, estafas y sobornos; otros productos de un
bien administrado flujo de decisiones enfocados en lo material, que eleva el
ego; otros logros son productos de la dirección infalible de Dios. El gozo que
produce este último, en las personas, es
incomparable y la gratitud a Dios brota de nuestros labios como natural
adoración. En los casos anteriores la alegría se finge ó sencillamente no fluye,
no existe, no se valora y por ende, no motiva gratitud. Pero, como les decía,
la tendencia es a desesperarnos. A no esperar de Dios, sino a acelerar las
cosas conforme a lo que uno mismo
confía, dejando a Dios de lado, pero
como Dios no se aparta de nosotros, nos protege y nos defiende bajo perfil, muchas veces logramos buenos resultados y
pensamos que no necesitamos de El. Consecuencia: “yo me basto por mí mismo, no necesito de Dios, yo no le hago mal a
nadie, por tanto eso de la palabra de Dios la postergo y por ahora no me
interesa la religión.” Muy en el
fondo el espíritu de incredulidad acecha, pues muy superficialmente se esconde
en las mentes el “ver para creer”.
San Lucas narra en al capítulo 23:39-43 una escena muy interesante,
que tiene que ver mucho con la salvación. Llama mi atención el momento en el
que se producen dos posiciones distintas a pesar de que dos ladrones estaban en
la misma situación: Al borde de la muerte. Uno de los malechores, injuriaba a
Jesús, tentándolo (con las mismas estrategias del diablo que Mateo 4:1-11
relata) y tratando de negociar una salida “milagrosa” en ese difícil instante.
Por otra parte está el otro malhechor, quien
se molesta por la extrema frialdad del primero, como queriendo decir: “¿Guao!! Ni
siquiera a punto de morir temes a Dios?, luego reconoció sus pecados delante de
Dios, y además le fue revelado (por creer), que Jesús siendo Dios, se puso al
nivel de ellos y que Jesús es el hijo de
Dios, cuando dijo: “Jesús acuérdate de mí cuando entres en tu Reino”. A lo
que inmediatamente Jesús le respondió “Verdaderamente
te digo hoy: Estarás conmigo en el Paraiso”. Lo que Dios promete lo cumple, no importa por
la situación que estés pasando.
Si siguen leyendo Lucas 23, se darán cuenta la reacción de otros
personajes presentes en la crucifixión, por eso no dudo (aunque la biblia no lo
mencione) de que hasta el malhechor incrédulo tuvo que haber reaccionado igual
que el oficial del ejército y la muchedumbre que estaban allí reunidas. Recuerdo:
Toda rodilla se doblará y toda boca confesará el nombre de Dios.
Por eso insisto, ¿Qué sentido tiene dejar todo para última hora? ¿por
qué esperar que una enfermedad, evitable, te ponga contra la pared para orar
como Pedro cuando se hundía: “Socorro!
Señor ayúdame!!”? ¿Para qué esperar estar en la banca rota para luego
decidir depender de Dios?. Si tu matrimonio está siendo amenazado, si tus hijos
no están en buenos caminos… ¿qué esperas para rendirte ante Jesús y entregarles
tus cargas? No esperes estar colgado de un madero. Hoy es el momento, aunque no
sea esa tu situación y estés bien en todo y prosperado, recuerda que navegamos
en barcas sobre el mar de la vida y las
tormentas siempre están presentes, pero si Jesús está en tu barca, ¡confía!,
pues el te protegerá, te defenderá y te salvará. Hoy es el momento, no lo dejes
para última hora. Invítalo a cenar junto a ti.